Esta mañana salí a correr, entre subidas y bajadas, con el sonido de un arroyo, el aroma del bosque húmedo y la tierra mojada.
Regresé tan llena de energía y alegría que el tema del boletín se eligió solo: la magia del ejercicio 😬
No pongas cara fea, anda…
Y olvida ese pensamiento de abandonar la lectura como quien cree que ya lo sabe todo o está cansado de escuchar sobre este tema…
Apuesto a que una explicación como esta todavía no la habías visto.
Estoy aquí feliz de la vida, bajo el potente efecto de una carrera matutina en plena naturaleza, y decidí explicarte con detalle —y de forma didáctica— por qué la actividad física regular es el mejor combustible para que tu cerebro sea feliz y productivo, de forma inmediata y duradera al mismo tiempo.
Se podría escribir un libro entero solo sobre esto, desglosando capa por capa los efectos del ejercicio sobre el cerebro…
Pero como quiero que sigas aquí conmigo hasta el final del texto —y también en las próximas semanas— voy a dividir esta explicación en 3 partes, cada una con un fundamento neurológico distinto e igualmente importante.
Porque mejor que hacer ejercicio, es hacerlo sabiendo por qué lo haces.
Y aquí no trabajamos con “porqués vacíos”: nos gusta profundizar en las razones, llamar a las cosas por su nombre y buscar respuestas neurológicas que expliquen nuestro comportamiento.
Si no estás acostumbrado a adentrarte en explicaciones fuera de tu área, te digo algo: a menos que ya tengas el hábito muy arraigado, repetir frases hechas de influencers fitness no será suficiente para motivarte los días en que todo juega en contra.
Entender lo que ocurre dentro de ti cuando te ejercitas te dará INTENCIÓN.
Y al final de nuestra tercera sesión, vas a saber exactamente por qué, más allá de simplemente “cuidar tu salud”, hacer ejercicio es un acto de autocuidado tan necesario y gratificante que equivale al amor propio.
La primera razón que vamos a desarrollar hoy es esta:
El ejercicio físico es un antidepresivo natural.
¿No lo crees?
Entonces trata de pensar en una sola persona que haya vuelto de un “cardio” (ya sea una caminata moderada, trotar, andar en bici, nadar, etc.) durante al menos 30 minutos… con mala cara, triste o desanimada.
Y es que, desde el punto de vista neuroquímico, el ejercicio produce el mismo efecto en el cerebro que un medicamento antidepresivo.
Pero para entender esto bien, primero necesitamos saber qué es un antidepresivo y cómo actúa en el cerebro.
“Antidepresivo” es en realidad un término genérico que agrupa distintas clases de medicamentos bajo un mismo paraguas.
Y no, no se utilizan solo para la depresión, ni mucho menos. Se prescriben ampliamente en muchas otras condiciones, como el dolor crónico (incluyendo algunos tipos de cefaleas), trastornos de atención, otros trastornos del estado de ánimo, entre otros.
La clase más conocida es la de los ISRS – Inhibidores Selectivos de la Recaptación de Serotonina – como la fluoxetina o la sertralina, que aumentan la cantidad de serotonina disponible en la sinapsis (el pequeño espacio entre dos neuronas donde ocurre la comunicación).
Luego están los duales – como la venlafaxina, duloxetina, desvenlafaxina – que aumentan tanto la serotonina como la noradrenalina, ampliando el efecto regulador sobre el ánimo, la atención y la energía emocional.
Hay otras clases también, pero con estas nos basta para lo que queremos explicar aquí.
Ahora presta atención, porque aquí es donde ocurre la magia:
cuando haces ejercicio aeróbico, tu cerebro naturalmente aumenta la disponibilidad de los mismos neurotransmisores que los antidepresivos intentan modular.
A partir de 15 minutos de movimiento continuo —y de intensidad moderada a alta—, los músculos activos liberan en la sangre unas sustancias llamadas miocinas, que llegan al cerebro como si fueran mensajeras…
Una vez allí, activan la dopamina, la serotonina y la noradrenalina.
Y, en una segunda fase, estimulan también la liberación de endorfinas y la activación del sistema endocannabinoide (nuestros sistemas naturales de placer y alivio del dolor).
Es como si el cuerpo, a través del movimiento, enviara una señal química de “recarga” al cerebro.
Y lo que parece magia después de hacer ejercicio no es otra cosa que eso: pura química.
Cuanta más dopamina y serotonina disponibles, más sensación de bienestar y claridad mental. Como si el peso de las preocupaciones se aligerara y el equilibrio emocional se restaurara.
Cuanta más noradrenalina, más disposición, energía mental y capacidad de concentración. (¿Por qué no decir también una mayor capacidad para hacer que las cosas pasen?)
Y por último, cuantas más endorfinas y un sistema endocannabinoide bien activado, mayor la sensación de relajación… y menor la percepción del dolor físico.
¿Ves cómo “antidepresivo natural” no es solo una frase bonita, sino una realidad química comprobada?
El mecanismo molecular es el mismo, y las áreas que abordamos en la práctica clínica con medicamentos son exactamente las mismas que el ejercicio activa de forma inmediata: ánimo, atención y dolor.
Solo necesitas de 20 a 30 minutos de actividad moderada a intensa para activar toda esta maquinaria interna y ver la bioquímica trabajando mágicamente a favor de tu cerebro.
No hace falta correr una maratón.
Ni esperar el día perfecto o el horario ideal…
Solo hace falta ir.
Y así como quien toma antidepresivos con prescripción debe hacerlo a diario, este “suministro químico” también debe ser diario.
La famosa frase “mejor constancia que perfección” también aplica, y mucho, cuando hablamos del cerebro.
Creo que ahora ya quedó claro por qué esa sensación de ligereza, claridad mental y entusiasmo después de entrenar no es solo algo psicológico, ¿verdad?
Vamos a seguir profundizando en este tema en las próximas semanas:
exploraremos los efectos a largo plazo y distinguiremos los beneficios del ejercicio aeróbico y del entrenamiento de fuerza, todo a nivel cerebral.
Un beso, y hasta la próxima semana.
Con cariño y neurociencia,
Dra. Priscila Januário 🧠

Dra. Priscila Januario
🧠 Sou neurologista e falo de memória
• Alzheimer e Envelhecimento Cerebral – UNIFESP /priscilajanuario.neuro